El Uruguay no es un río
es un cielo azul que viaja
pintor de nubes camino
con rumor de mieles ruanas
(de Aníbal Zampayo)
El río Uruguay es un largo curso de agua de 1838 km, que nace en Brasil, en gran parte sirve de límite aguas arriba entre Argentina y Brasil, y aguas abajo entre Argentina y Uruguay. Es un maravilloso río pletórico de rasgos de civilizaciones e historia, como suele suceder con toda la naturaleza de nuestro planeta. Entre sus paisajes prodigiosos podemos encontrar desde la leve impronta de la presencia de la huella humana al grosero impacto irreversible.
En este último sentido recuerdo haber asistido en el año 2014 a la Dirección Nacional de Conservación de los Recursos Hídricos con Soledad –una colega profesional-, para consultar sobre la rotura de la represa de Baixo Iguazú y la consiguiente destrucción de instalaciones del PN Iguazú, sucedida durante el mes de junio. Allí, sin que hayamos salido de nuestro tema ni de la prudencia ni del protocolo, recibimos como respuesta una filípica interminable acerca de la bondad de las represas y de sus beneficios en cualquier lugar y sin mengua, cualquiera fuere la circunstancia.
Sólo queríamos saber si alguien iba a pagar lo que había roto, pero la defensa corporativa internacional del rubro nos devolvió como respuesta la negación de la lluvia, de la rotura y de la inundación, con nota escrita inclusive. Compartimos tal exaltación oficial como ante un espectáculo que representara el drama humano, el de sus limitaciones para asumir una comprensión integral de las crisis. Frente al exceso casi sobrenatural devolvimos un silencio catatónico, sorprendidos en nuestra buena fe como el padre Karras ante Linda Blair en «El exorcista«, el film de 1975.
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