La Naturaleza está plagada de riesgos, como parte de la vida misma. La noción de supervivencia parte de una existencia vital que desde su mismo inicio queda sujeta a su adaptación al medio en que debe desenvolverse y a las contingencias que suceden en el mismo. Quizá la temprana opción por el sedentarismo de la mayoría de las poblaciones humanas y su consecuente y progresiva urbanización, fue dejando de lado cierta aproximación y convivencia diaria con elevados niveles de peligro, entendiendo a éste como la probabilidad de un evento dañoso o desgraciado, en este caso asociado al clima, al agua, al suelo y a los integrantes de la biota.
Sobre todo durante el siglo XX y en el actual XXI, los estándares de seguridad de muchas actividades tratan de distinguir límites entre los niveles de riesgo aceptables e inaceptables, aunque estos varían entre actividades y legislaciones nacionales. La tendencia es que haya una homologación de criterios, pero no siempre sucede o es posible, evolucionando a su vez de acuerdo a la ciencia y a la tolerancia que exhiben los pueblos.
Estar en la Naturaleza es normal para sus habitantes habituales y excepcional para las moradores de las ciudades, porción dominante en los países económicamente desarrollados. Enfrentarse a un león puede parecer apasionante al leer algunos relatos de aventuras, pero no quiero encontrarme cara a cara con un puma. Probablemente no deba esperar consecuencias, ya que la probabilidad de ataque -del puma hacia mi por supuesto- es rarísima, pero el susto será inolvidable. Y si el puma optara por ser la excepción haría de la especie una asesina a los ojos quizá de mi familia y seguro de la prensa amarilla durante los primeros días.
Del mismo modo, la probabilidad de la caída de árboles o parte de ellos es un riesgo, Seguir leyendo «¿Hay riesgos en la Naturaleza? La prevención de la caída de árboles»